Acuerdo de libre comercio UE-Colombia : pregunta al ministro

El accuerdo comercial entre la UE, Colombia y Peru entro en vigor de manera provional el 1 de agosto de 2013. Dos anos despues, mientras que todos los mecanismos de intercambios economicos operan (acuerdo de proteccion de las inversiones, multiples encuentros bilaterales, creacion de una comision estrategica franco-colombiana, etc.) , Francia todavia no ha ratificado dicho acuerdo. El procedimiento esta en marcha al parlamento.

La Red Francia Colombia Solidaridad, al igual que otras organizaciones de la sociedad civil, esta mobilisada sobre esta cuestion. Despues de una reunion de trabajo a finales de junio con Senora Laurence Cohen, Senadora del Val de Marne, une pregunta escrita fue planteada a Laurent Fabius, Ministro de los asuntos exteriores y del desarrollo internacional, con el fin de llamar la atencion sobre las metas de este tratado, y preguntar sobre la posicion francesa.

Esperando la respuesta del Ministro, usted podrá encontrar en francés el documento mandado por la Senora Laurence Cohen en nuestra sección análisis y reflexión.

Informe de la ONU sobre la tortura en Colombia

El Comité de las Naciones Unidas contra la Tortura dio sus observaciones sobre la situacion en Colombia. Sus conclusiones « ponen en evidencia la recurrencia del uso de la tortura y de los malos tratos en el pais, asi que las raras investigaciones sobre estos crimenes », segun organizaciones de la sociedad civil, cuyo ACAT, miembro de la Red Francia Colombia Solidaridad.

La RFCS los invita a recorrer nuestra página dedicada al análisis y reflexión sobre temas en derechos humanos, allí podrá encontrar en español y en francés la posición de la ONU con respecto a este tema en Colombia.

 

La conmovedora historia de vida de Nairo Quintana

De como un humilde muchacho boyacense conquistó París con su bicicleta

Por Jorge Enrique Rojas

Tal vez nunca leas esto Nairo. Sé que no te gusta leer y que a veces llegas tan cansado de entrenar que te quedas fundido viendo las cartillas de sudoku y sopas de letras que tu entrenador te manda para que también ejercites la mente.

Viajé para encontrarte y que me contaras esa vida de hazaña que has tenido, para que me explicaras de dónde sacaste esa obstinación, esa persistencia a prueba de golpes para sobreponerte a los obstáculos que en tu vida han existido desde que naciste; estuve en el hotel donde te alojaron, en la Casa de Nariño donde te recibió el presidente, pero fue imposible que me atendieras.

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Una paz a corto plazo y de corto alcance?

Los diálogos de paz en Colombia, analizados desde el punto de vista de la situación de Derechos Humanos

Regis Bar, Amnesty Internationale Francia

El contenido de este artículo refleja los autores y no la asociación. Fue publicado originalmente el 30 de junio 2013 en el portal virtual Colombiana de opinión y análisis « Palabras al margen. » Traducción del español al francés por el equipo de voluntarios del Réseau France Colombie Solidarités. Julio de 2013.

Si bien el cambio de discurso y de enfoque del gobierno actual ha permitido el establecimiento de condiciones favorables a las negociaciones con la guerrilla, abriendo una seria posibilidad de terminar oficialmente el conflicto armado, cabe preguntarse si estamos realmente ad portas de una verdadera transición hacia la paz en Colombia como lo pretenden las autoridades. Un elemento clave para intentar contestar esta pregunta es la situación general de los derechos humanos en el país.

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« En la selva del Darién me sentí como en casa »

Por María Jimena Duzán

El francés Jean Marie-Gustave le Clézio, premio Nobel de Literatura, habla de sus tres años en la selva y de sus infuencias en su escritura

“No sé muy bien cómo es posible, pero así es. Soy un indio. No lo sabía antes de haber encontrado a los indios en México y en Panamá. Ahora lo sé. No soy quizás un buen indio. No sé cultivar maíz ni tallar una piragua. El peyote, el mezcal, la chicha no tienen efecto sobre mí. Pero para todo lo demás, la manera de caminar, de hablar, de amar, de tener miedo, puedo decir así: cuando encontré esos pueblos nativos, yo, que no creía tener familia fue como si de pronto hubiera conocido miles de hermanas, hermanos, novias y esposas”. Fragmento del libro Haï, publicado en 1971 de Jean Marie-Gustave Le Clézio, premio Nobel de Literatura.

MARÍA JIMENA DUZÁN: ¿Sigue sintiéndose como un indio?  
 
JEAN MARIE LE CLÉZIO: Es una frase un poco radical, que escribí hace 40 años. Pero a pesar de que lo sea, no he cambiado de pensamiento. Lo que yo quise decir en esta frase es que lo que encontré entre los emberas fueron personas muy parecidas a mí y que me mostraron que yo afortunadamente no era un caso aislado. Le recuerdo: soy de las islas Mauricios, pero me crié en el sur de Francia. Mi  educación fue totalmente distinta a la francesa.
De pequeño me inculcaron el autocontrol, el no hablar demasiado, el respeto ante los mayores y nada de eso era norma en el sur de Francia donde son abiertos, hablan demasiado y son tremendamente expresivos. Ante ellos, yo me sentía como un miembro de una tribu desaparecida. Por eso cuando encontré a estos indígenas y los vi tan elegantes, tan controlados en un medio como la selva y que los niños eran educados en un tremendo respeto por los ancianos y que debían cumplir con unas rígidas normas de disciplina que mi padre también nos imponía, me sentí como en casa. Nosotros teníamos que despertarnos a las seis de la mañana, acostarnos a las ocho de la noche, lavar nuestra ropa, hacer la comida, mientras los demás niños iban al cine.
M. J. D.: ¿Y aprendió a cazar como lo hacen los emberas y guananas?J. M. L.:

¡Nooo..!. Soy muy alto y en la selva yo era muy torpe porque me pegaba con todas las ramas de los árboles. Sí salía a cazar, pero es que ellos son atletas extraordinarios y pueden correr por la selva tres días seguidos. Cuando se cansan, se acuestan y descansan sin mayor problema.

M. J. D.: Usted dice en ese mismo libro Haï que esas comunidades le permitieron conocer sus mitos. Para eso tuvo que aprender su lengua además del español que por cierto, lo habla muy bien. 
 
J. M. L.: Debo decir que yo soy bueno para escuchar. Me fui a la selva del Darién con la intención de estar abierto a todo y de aprender cosas nuevas. Aprendí la lengua básica, pero después encontré que hay una lengua literaria, un poco como sucede con el árabe, que era muy difícil. Poco a poco fui accediendo a sus mitos.
M. J. D.: ¿Y podía escribir en la selva?J. M. L.:

No, no podía. El clima lo impide. La humedad moja el papel, los esferos se secan. Intenté con la grabadora, pero hay una variedad de cucarachas chiquiticas que se comen los transistores y grabadoras. Hay hormigas y montones de insectos que son hostiles a la maquinaria moderna.

M. J. D.: ¿Y cómo hizo para durar casi tres años sin escribir nada?J. M. L.:

Es que yo llegué a esa selva para eso, para olvidar el mundo literario.

M. J. D.: ¿Y por qué quería olvidarlo? 

J. M. L.: Ah, porque probablemente estaba atravesando una crisis en mi interior y mis opciones en ese instante eran o ir a donde un psiquiatra o hacer algo completamente nuevo. Escogí lo segundo. Me fui a la selva del Darién y no me equivoqué. Encontré a una gente muy receptiva que tiene un gran conocimiento de la mente y de la psicología humana. Es más, entre ellos tienen especialidades en ese campo. Hay una serie de hombres y mujeres que se dedican a sanar problemas interiores. Allí recuperé mi equilibrio entre el mundo interior y el mundo exterior.
M. J. D.: ¿Ha vuelto a la selva en estos 40 años? Se lo pregunto porque no sé si sabe que la situación de esas comunidades ha cambiado desde entonces, sobre todo en el lado colombiano donde han sido víctimas del conflicto. Primero de la guerrilla, luego del narcotráfico y ahora de las bandas criminales. Muchos han sido desplazados de sus tierras. 
 
J. M. L.: Sí, eso me contó el escritor Óscar Collazos. Me ha dicho que hay muchos que se están muriendo de desesperación debido a que son tan respetuosos de los demás y del medio ambiente que cualquier desequilibrio los afecta mucho. Ellos eran seminómadas, pero por la amenaza de los narcos y de las bandas armadas han tenido que agruparse en los pueblos. Ellos eran una democracia anarquista y eso lo han ido perdiendo.
M. J. D.: En su hermoso discurso de aceptación del premio Nobel,El bosque de las paradojas, recordó también a estas comunidades indígenas del Darién y en especial a Elvira, una indígena que según usted era una prodigiosa contadora de historias. 
 
J. M. L.: Sí, me acordé de ella porque me dio confianza en mí mismo. No escribía, pero sin duda era una gran escritora porque tenía una capacidad impresionante de inventar y de mezclar los mitos y la realidad en las historias que contaba. En mi vida ha habido dos mujeres que influyeron muchísimo. Mi abuela que era una contadora nata, a pesar de que tampoco nunca escribió y Elvira la contadora embera que conocí en la selva.
Después de haberla conocido, empecé a detectar a las mujeres que me inspiraban por su manera de contar historias y así encontré a mi esposa Jenia, que es también heredera de una sociedad nómada porque su familia proviene del Sahara Occidental. Con ella, fui al Sahara y descubrí que el desierto es como la selva. Un terreno hostil donde no hay nada, ni luz eléctrica.
M. J. D.: ¿Cuántas veces ha estado en Colombia?J. M. L.:

Con esta, es la segunda vez. La primera fue hace 40 años cuando crucé la frontera entre Panamá y Colombia a pie y llegué hasta Bogotá. Monté en lancha, chalupa, camión, bus, lo que fuera. La travesía por la frontera duró cinco días. Lo hicimos muy rápido porque yo iba con los guananas, que iban a toda prisa. Solo nos paró un aguacero impresionante que jamás he vuelto a presenciar. Luego llegamos a Ríosucio, después de pasar varios pantanos. Subimos por el Atrato hasta Turbo. De ahí tomamos un autobús hasta Medellín y luego nos fuimos a Quibdó a comprar plantas.

M. J. D.: ¿A comprar plantas?J. M. L.:

Sí, los guananas que iban conmigo necesitaban comprarlas para estudiarlas. Colombia es la universidad de las plantas para los curanderos. Otro de los guananas que viajaba conmigo iba a conocer a su mamá. La encontró e hizo el viaje de regreso a Panamá cargándola.

 
M. J. D.: ¿Y cuánto duró el viaje por Colombia?J. M. L.:

Ese viaje duró algo más de un mes. Y siempre tuve el temor de que me detuvieran, porque cuando pasamos la frontera nadie me pidió papeles porque no había ninguna autoridad. Y me sorprendió el hecho de que para los guananas esa frontera no estuviera dividida porque siempre la llamaban la Gran Colombia. En ese instante, ya se sentía la presencia de narcotraficantes. En una ocasión, hombres armados nos hicieron parar el camión en el que íbamos y le preguntaron al chofer quién era ese gringo alto que viajaba con los guananas. Al final se fueron porque se dieron cuenta de que iban a desperdiciar sus cartuchos si me disparaban. Esa fue la Colombia que conocí hace 40  años, ahora quiero conocer las otras. Quiero ir a Cartagena y conocer a los palabreros wayuu de La Guajira.

M. J. D.: ¿No ha vuelto a hablar con sus amigos emberas y guananas?J. M. L.:

No. Luego de este viaje a Colombia volví a Panamá y me quedé un año más, pero caí enfermo con malaria y tuve que irme a París. Todavía siento la malaria en mi cuerpo. Sobre todo cuando estoy en París y voy al invernadero del jardín botánico, me vienen siempre accesos de malaria.

 
M. J. D.: Y cuando vuelve a Francia retoma la escritura y escribe su experiencia con los emberas y guananas y a esas crónicas les pone el título de Haï. ¿Eso qué significa en lengua embera?  
 
J. M. L.: Significa ‘verdad interior’. Escribí el libro porque un editor me dijo que escribiera sobre el arte en América Latina. Y le dije que de eso yo no sabía, pero sí podía escribir sobre una población que vivía como artistas.
M. J. D.: ¿Cómo vio Bogotá, después de 40 años?J. M. L.:

Obviamente muy cambiada. La de hoy es una ciudad diversa muy distinta a la que yo conocí. Estuvimos en el centro y en la plaza del 7 de agosto porque mi mujer siempre quiere ver las verduras y las frutas. Según ella, esa es la mejor manera de conocer un país.

M. J. D.: ¿Le cambió la vida el haber ganado el premio Nobel?J. M. L.:

Cambió mi situación económica porque tenía muchas deudas. Yo digo que cambió la sonrisa de mi banquero. Pero fundamentalmente no me cambió mi vida interior. Mi experiencia en la selva de los guananas me enseñó que la realidad interior no se afecta por los eventos exteriores y que uno tiene su propia fuerza